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Los malvados invasores

Impactos ambientales
Los malvados invasores

Las especies exóticas invasoras son la segunda causa de pérdida de biodiversidad, un fenómeno triste y costoso al que solo se le puede poner freno mediante el avance de la Ciencia y la Educación Ambiental


El poder destructivo del ser humano no conoce límites. Muy a pesar de la superpoblación humana, nuestra especie representa una ínfima parte del conjunto de la vida del planeta, y aún así, hemos sido capaces de transformarnos en una fuerza de carácter planetario. Cambio climático, contaminación, destrucción de los hábitats, sobreexplotación de los recursos, pérdida del suelo, desertificación, generación de residuos… Todos nuestros impactos medioambientales, fruto de nuestro frenético desarrollo, conducen al que quizá sea el impacto más dramático todos: la extinción de los ecosistemas y de las especies silvestres que los habitan. No parecemos darnos cuenta de que la vida –toda, también la nuestra– depende de la conservación de la biodiversidad, formada por los organismos que viven en estado silvestre y los complejos procesos y relaciones (físicas, químicas, ecológicas, evolutivas, etc.) que se generan mediante su interacción recíproca y con el medio en que viven. La conservación de la biodiversidad depende de la autonomía y sostenibilidad que le concede su propia complejidad. Basta con desestabilizar su equilibrio, degradándola a estados más simples, para provocar efectos que pueden ser devastadores, especialmente para las especies más complejas, como la nuestra.

Por detrás de la destrucción de los hábitats naturales, las especies exóticas invasoras (EEIs) son la segunda causa de pérdida de biodiversidad a nivel mundial. Se trata de animales, plantas u otras formas de vida que, de forma artificial –es decir, por medio de la acción humana, ya sea accidental o deliberada– han sido introducidas en territorios que están fuera de sus rangos naturales de distribución, donde suponen un agente de cambio para el conjunto del ecosistema afectado y una amenaza para su diversidad biológica nativa, constituyendo una forma de contaminación biológica. El comercio de especies y mascotas (fugas y abandonos), el turismo, la antropocoria, el transporte de mercancías, la acuicultura, la producción de ciertos bienes y servicios, la jardinería y el paisajismo, y la caza y pesca recreativas son, entre otras, las vías por las que un ser vivo nativo de una parte del mundo acaba llegando a otra a la que no pertenece y a la que nunca habría llegado sin la ayuda del ser humano.

Camalote o jacinto de agua (Eichhornia crassipes), EEI en España presente –de momento– en humedales y cursos fluviales de la Comunidad Valenciana, Cataluña, Extremadura, Andalucía y Asturias (Foto: Harry Rose / CC BY 2.0).

 

Las EEIs no son seres vivos malos o dañinos per se –estos no existen–. De hecho, en sus hábitats naturales desempeñan funciones esenciales para la conservación de los ecosistemas, y forman parte de su valiosa biodiversidad, como cualquier especie nativa. Incluso en algunos ecosistemas donde han sido introducidas, algunas EEIs pueden tener efectos beneficiosos en términos netos, ya sea porque ocupan un nicho ecológico que no estaba ocupado por ninguna especie nativa, o porque suponen un beneficio socioeconómico a nivel local o regional. Sin embargo, en la inmensa mayoría de los casos, las EEIs solo causan problemas ya que, por sus características biológicas y ecológicas, cuentan con una serie de ventajas competitivas respecto a las especies autóctonas de los ecosistemas en los que son introducidas que les permiten dispersarse y establecerse con gran facilidad, hasta que llegan a dominarlos (mayor plasticidad ecológica y/o trófica, mayor resistencia a las adversidades ambientales y a las enfermedades, mayores tasas de reproducción y supervivencia, etc.).

Así, las EEIs han sido vinculadas con multitud de impactos ambientales y sanitarios. Algunas alteran los ciclos biogeoquímicos y reducen la calidad del agua o el suelo, modificando las características fisicoquímicas de los hábitats acuáticos y terrestres. Otras son vectores de transmisión de enfermedades o de transferencia de contaminantes ambientales, tanto para otras especies de plantas o animales como para el ser humano. Otras provocan problemas de contaminación genética. Otras compiten con las especies nativas por la ocupación de sus nichos ecológicos, o incluso depredan sobre ellas, desplazando, mermando o extinguiendo sus poblaciones, y provocando desequilibrios drásticos en el funcionamiento natural de las cadenas tróficas y en la estructura y complejidad de las comunidades biológicas nativas. Algunas EEIs pueden incluso alterar los regímenes naturales de la ecología del fuego; y hasta hay EEIs que pueden ejercer varias de estas presiones ambientales y sanitarias simultáneamente. Como resultado, los ecosistemas se vuelven cada vez más homogéneos y los servicios ecosistémicos que nos proporcionan desaparecen, lo que supone el deterioro de nuestra salud y bienestar.

Galápago de Florida (Trachemys scripta), EEI ampliamente distribuida en España, presente hasta el momento en ambientes acuáticos de 17 comunidades autónomas (Foto: Domingo Mora / CC0 1.0).

 

Evidentemente, las consecuencias negativas de las EEIs no se circunscriben a los ámbitos medioambiental y sanitario, sino que transcienden al socioeconómico. Las campañas de control y erradicación de estas especies, las compensaciones por los daños causados (por ejemplo, por las pérdidas que producen en la agricultura o en el sector forestal), y solventar los problemas que causan (por ejemplo, mediante el tratamiento de las enfermedades que transmiten o la reparación de las infraestructuras que dañan), son causa de inestabilidad económica y social, asociada a cuantiosas pérdidas económicas que condicionan el crecimiento y desarrollo económico sostenible de las regiones y/o países afectados.

Solo en Estados Unidos, Reino Unido, Australia, India, Sudáfrica y Brasil se estima que existen más de 120.000 especies exóticas entre plantas, animales y microorganismos, y solo conocemos el potencial invasor de un 20-30 %. A nivel mundial, las EEIs han contribuido a la extinción del 40-50 % de las especies silvestres nativas que han desaparecido a lo largo de los últimos tres siglos. Las pérdidas económicas mundiales derivadas de las EEIs se han estimado en más de 1 trillón de euros al año (sí, con “t”), lo que supone cerca del 5 % de la economía mundial. Y todo esto teniendo en cuenta que solo han sido identificadas y más o menos estudiadas un 15 % de las más de 10 millones de especies de seres vivos que se estima que habitan la Tierra. En Europa, donde un tercio de las especies silvestres nativas amenazadas o en peligro de extinción lo está como consecuencia de las EEIs, se estima que existen más de 12.000 especies exóticas, y apenas conocemos el carácter invasor de un 10-15% de ellas. Las pérdidas económicas anuales para la Unión Europea vinculadas con las EEIs se han estimado en 12 billones de euros (sí, con “b”). En España, el catálogo nacional de EEIs incluye un total de 185 especies. A nivel nacional no existen datos oficiales sobre las pérdidas económicas que ocasionan, pero se ha estimado que cada comunidad autónoma gasta anualmente una media de entre 200 mil y 1 millón de euros en luchar contras las EEIs, con Andalucía a la cabeza, que en los últimos 10 años ha invertido casi 30 millones de euros.

Mejillón cebra (Dreissena polymorpha), EEI que en España esta especialmente presente en las cuencas hidrográficas del Ebro, Segura, Júcar y Guadalquivir (Foto: USFWS Fish and Aquatic Conservation / CC BY-SA 2.0).

 

Hay que considerar que la creciente superpoblación humana y la globalización de los mercados, los viajes y el transporte de mercancías contribuyen a incrementar los índices de las invasiones biológicas, y que el potencial dispersante y colonizador de las EEIs es favorecido por el cambio climático y por la degradación que nosotros mismos provocamos en nuestros ecosistemas, por lo que las cosas no tienen pinta de que vayan a mejorar, al menos a corto o medio plazo. De hecho, la Comisión Europea ha iniciado recientemente un expediente sancionador contra España y otros 8 países de la Unión Europea por incumplir la normativa comunitaria encaminada a proteger el medio ambiente de las especies exóticas invasoras. A medida que las especies nativas de los ecosistemas sigan retrocediendo o desapareciendo al ser sustituidas por las EEIs, la biodiversidad del planeta continuará descendiendo; un fenómeno triste y costoso para el ser humano, en muchas ocasiones irreversible, al que solo se le puede poner freno mediante una seria implicación social promovida por el avance de la Ciencia y la Educación Ambiental.

Cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii) es una de las EEIs más problemáticas en España, estando presente en toda la Península Ibérica, Baleares y Canarias (Foto: Don Loarie / CC BY 2.0).

 

En Azeral Environmental Sciences contribuimos a luchar contra las EEIs trabajando en diferentes frentes. Por un lado, a través del programa de Educación Ambiental Terra Mobilis, damos a conocer estas especies y los problemas que causan en los ecosistemas de Castilla-La Mancha, concienciando sobre la importancia de nuestras actuaciones individuales en su prevención y solución. Por otro lado, trabajamos con el Grupo de Toxicología de Fauna Silvestre del Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC – CSIC, UCLM, JCCM) en la evaluación del riesgo ecológico y de salud pública derivado de la acumulación de metales potencialmente tóxicos en el cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii), en poblaciones establecidas en cursos de agua afectados por la contaminación minera. Además, a través de nuestra sección de consultoría Stipa Environmental Consulting, trabajamos desde hace años con diversas entidades públicas y privadas en la elaboración de informes y memorias técnicas sobre el estado de las EEIs a nivel regional y/o nacional, materiales que posteriormente sirven como base para la implantación de medidas de control y gestión de estas especies. Es nuestro pequeño granito de arena en la lucha contra esta grave amenaza para la conservación de nuestro patrimonio natural.

Excremento de nutria (Lutra lutra) en el que se observa que más del 90 % de la biomasa ingerida consiste en cangrejo rojo americano (Procambarus clarkii). El papel de este crustáceo exótico como vector de transferencia de la contaminación través de las cadenas tróficas podría poner en riesgo la conservación de los depredadores autóctonos en ecosistemas afectados por la contaminación ambiental.

 

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